Mi comentario del lunes
Chávez, Putín y Mas Canosa
Si estamos de acuerdo con que la diplomacia internacional el más nimio de los gestos lleva siempre implícito un mensaje calculado, con frecuencia oculto en elaboradas sutilerzas, entonces el recibimiento que el presidente Hugo Chávez tuvo en Moscú fue una dura forma de señalar que el Kremlin quiere conservar una distancia prudente de la revolución bolivariana, que el mandatario venezolano está empeñado en promover.
En su visita a Rusia la semana pasada, Chávez fue recibido en un aeropuerto militar de Moscú por Kslyak Seguei Ivanovich, encargado de los asuntos de América Latina Septentrional de la cancillería rusa, un funcionario de quinta categoría, si atendemos a la rigurosa nomenklatura del Kremlin presidido por Putín, un hombre especialmente acostumbrado a las sutilezas, desde sus tiempos al frente de la KGB.
La gira de Chávez a Rusia --organizada por su hermano Adán, embajador en Cuba y fuerte candidato a presidir la cancillería venezolana-- tenía un propósito no desdeñable: firmar contratos por más de $3,000 millones en compras militares.
“Es como decirle a Chávez: Putín tiene cosas más importantes de qué ocuparse”, me dijo un antiguo comunista venezolano que visitó por lo menos una decena de veces a Moscú y conoció de cerca la compleja simbología diplomática de la era soviética.
Es también un mensaje de Putín a Estados Unidos, piensan otros analistas.
“Rusia está diciéndole a los americanos que no tienen nada que ver con la revolución chavista y que si le están vendiendo armas es porque si no lo hacen los rusos, otros lo van a hacer”, me dice Adolfo Rivero Caro, que ha estudiado de cerca la mentalidad rusa desde sus tiempos de dirigente comunista cubano.
Este episodio me hizo rememorar otro protagonizado también por Chávez, y que tuvo como participante incidental el desaparecido dirigente del exilio cubano Jorge Mas Canosa.
Corría el año 1994 y en Venezuela estaba en su segundo mandato el presidente Rafael Caldera, que a la sazón acababa de indultar a Chávez, entonces detenido en la cárcel de Yare, al sur de Caracas, por su participación en el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.
Por es misma época, Mas Canosa visitaba Caracas y en un gesto que no pasó desapercibido para La Habana, el presidente Caldera dispuso que el dirigente del exilio en Miami fuera hospedado en la residencia presidencial de La Viñeta, un privilegio reservado a jefes de Estado y a personalidades de renombre de visita en Venezuela.
La presencia y el tratamiento a Mas Canosa en Caracas motivó una respuesta rápida del régimen de La Habana: Castro lanzó una invitación al entonces recién liberado teniente coronel Chávez para visitar Cuba. Cosas del lenguaje diplomático.
El resto de la historia es conocida: Chávez fue recibido con honores por el propio Fidel Castro en La Habana en diciembre del 2004, pronunció su famoso discurso en la Universidad de La Habana en el que alabó la revolución cubana, y selló el pacto con el castrismo recalcitrante.
“Castro usó a Chávez para responder a la provocación de Caldera de recibir a Mas Canosa por todo lo alto”, comenta mi amigo comunista, “del mismo modo como Putín utilizó al teniente coronel para comunicar un doble mensaje tanto a los americanos como a los revolucionarios del mundo. El que tenga oidos que oiga”.
Es harto conocido que Chávez no ha sido un líder especialmente dado a las sutilezas, y menos diplomáticas. Y no pocas veces esta ausencia de tacto le ha causado innumerables inconvenientes, incluso con aliados como Lula y Kirchner. Sin embargo, aún está por verse lo que un recibimiento de quinta producirá en las insondeables relaciones entre Venezuela y Rusia.
Chávez, Putín y Mas Canosa

En su visita a Rusia la semana pasada, Chávez fue recibido en un aeropuerto militar de Moscú por Kslyak Seguei Ivanovich, encargado de los asuntos de América Latina Septentrional de la cancillería rusa, un funcionario de quinta categoría, si atendemos a la rigurosa nomenklatura del Kremlin presidido por Putín, un hombre especialmente acostumbrado a las sutilezas, desde sus tiempos al frente de la KGB.
La gira de Chávez a Rusia --organizada por su hermano Adán, embajador en Cuba y fuerte candidato a presidir la cancillería venezolana-- tenía un propósito no desdeñable: firmar contratos por más de $3,000 millones en compras militares.
“Es como decirle a Chávez: Putín tiene cosas más importantes de qué ocuparse”, me dijo un antiguo comunista venezolano que visitó por lo menos una decena de veces a Moscú y conoció de cerca la compleja simbología diplomática de la era soviética.
Es también un mensaje de Putín a Estados Unidos, piensan otros analistas.
“Rusia está diciéndole a los americanos que no tienen nada que ver con la revolución chavista y que si le están vendiendo armas es porque si no lo hacen los rusos, otros lo van a hacer”, me dice Adolfo Rivero Caro, que ha estudiado de cerca la mentalidad rusa desde sus tiempos de dirigente comunista cubano.

Corría el año 1994 y en Venezuela estaba en su segundo mandato el presidente Rafael Caldera, que a la sazón acababa de indultar a Chávez, entonces detenido en la cárcel de Yare, al sur de Caracas, por su participación en el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.
Por es misma época, Mas Canosa visitaba Caracas y en un gesto que no pasó desapercibido para La Habana, el presidente Caldera dispuso que el dirigente del exilio en Miami fuera hospedado en la residencia presidencial de La Viñeta, un privilegio reservado a jefes de Estado y a personalidades de renombre de visita en Venezuela.
La presencia y el tratamiento a Mas Canosa en Caracas motivó una respuesta rápida del régimen de La Habana: Castro lanzó una invitación al entonces recién liberado teniente coronel Chávez para visitar Cuba. Cosas del lenguaje diplomático.
El resto de la historia es conocida: Chávez fue recibido con honores por el propio Fidel Castro en La Habana en diciembre del 2004, pronunció su famoso discurso en la Universidad de La Habana en el que alabó la revolución cubana, y selló el pacto con el castrismo recalcitrante.
“Castro usó a Chávez para responder a la provocación de Caldera de recibir a Mas Canosa por todo lo alto”, comenta mi amigo comunista, “del mismo modo como Putín utilizó al teniente coronel para comunicar un doble mensaje tanto a los americanos como a los revolucionarios del mundo. El que tenga oidos que oiga”.
Es harto conocido que Chávez no ha sido un líder especialmente dado a las sutilezas, y menos diplomáticas. Y no pocas veces esta ausencia de tacto le ha causado innumerables inconvenientes, incluso con aliados como Lula y Kirchner. Sin embargo, aún está por verse lo que un recibimiento de quinta producirá en las insondeables relaciones entre Venezuela y Rusia.